Cuando Mayte me contó por correo
electrónico que por fin había decidido integrar en su blog el apartado “De una
mano amiga…” y me propuso ser la primera en escribir, me sentí muy especial.
Apenas unos minutos después de aceptar sentí la responsabilidad que suponía estar a la
altura no solo de la calidad que tiene este blog, sino de que las palabras que
aquí vas a leer te enriquezcan y te hagan plantearte alguna cuestión importante
sobre cómo vivimos la educación.
Si eres papá o mamá de uno de los
pequeños tucanes, esos niños y niñas con los que he tenido el placer de
compartir algunos días de este curso escolar, ya sabrás quien soy y sobre qué
te voy a hablar. Para ti, que llegas aquí por primera vez o aún no me conoces,
decirte que soy una maestra que está convencida de que educar personas es la
forma más maravillosa (y eficaz) de cambiar el mundo.
Hace unos días leí una cita que
atribuyen a Martin Luther King: “si supiera que el mundo se acaba mañana, yo,
hoy todavía, plantaría un árbol”. Me quedé pensativa debatiendo conmigo misma
sobre la posibilidad de supervivencia de la plantita, si yo también lo haría,
si es algo que comparten muchas personas… Y llegué a la conclusión de que así
somos todos los que creemos en la utopía de generalizar una educación respetuosa,
amable con las personas y con el medio ambiente, consciente de las necesidades
de los niños y niñas, adaptada al contexto y situación de cada persona y país,
adecuada a las etapas madurativas del alumnado, y un largo etcétera que me
llevaría algo más de un párrafo escribir.
He tenido la suerte de coincidir
con algunas de esas personas a lo largo de mi vida, y espero poder conocer a muchas
más. Entre ellas se encuentran las que forman NEPAL SONRIE, la organización con la que
estoy desarrollando un proyecto educativo en Nepal. Como podéis ver en su página web son un grupo de personas que
trabajan por un lado la visibilidad y mejora de condiciones de vida de niños,
niñas y adolescentes con discapacidad y/o en situación de riesgo social; y por
otro, el desarrollo de las familias más desfavorecidas de un entorno rural del
sur de Nepal facilitando su acceso al mundo laboral mediante la construcción de
una escuela infantil (0-6 años) en la que se asegura que esos niños y niñas
tengan educación, higiene y tres comidas al día.
Ésta es ahora la escuela en la
que trabajo… Llegué hace seis semanas, con la cabeza llena de ideas e
ilusiones, el alma dispuesta a vivir cada instante como algo único, y todo el
conocimiento que pude acumular en los meses previos al viaje. A mi lado, y
desde la distancia, un gran equipo de profesionales que apoyan cada uno de mis
pasos (Mar, Laura, Claudia) y un ángel de la guarda a modo de coordinadora que
me recibió al llegar y ha sido mi gran apoyo en esta parte del planeta
¡Gracias, Ana!
Cada mañana me levanto a las
cinco, para dedicarme a mí misma un par de horas antes de llegar a la escuela.
Habitualmente salgo a correr por parajes paradisíacos, y hago una sesión de
yoga en el porche de la casa donde vivo (con otras tres voluntarias y una
familia nepalí). Cuando el tiempo es desfavorable, a veces hago pereza en la
cama, o hago la colada, o me pongo a preparar cosas para la escuela. Tras una
ducha rápida con agua fría (porque en la mayor parte de las viviendas no hay
agua caliente) voy a la escuela, donde Nirmala (la cocinera) nos tiene preparado
el desayuno a las siete y media de la mañana. Empezamos con la formación de
Sadhana, Ritu y Laxmi (las profes y la auxiliar de limpieza) y las clases de
inglés de Nirmala. Los niños y niñas llegan a las nueve y media y se van a casa
a las tres. En ese período de tiempo tienen desayuno, snack y comida además de
varias actividades educativas. Cuando los niños y niñas se marchan a casa, las
maestras, junto con alguna de las voluntarias o conmigo, realizan una
evaluación de cómo ha ido el día, que solemos compartir en un grupo creado a
tal efecto. Al volver a casa suelo estar agotada, aunque casi siempre tengo
algún material que realizar o documentos que escribir, y dedico un rato a leer
o a escribir, y a chatear con mis amigos y familia. Ceno sobre las ocho en la terraza
que hay encima de la casa, junto con la familia que nos hace de anfitriona, y
casi nunca veo marcar las nueve antes de acostarme J
Con las maestras de la escuela hemos ido hablando del papel del maestro en el aula, de cuáles son las características que debe poseer una maestra, qué necesitan los niños y niñas para crecer felices, y un largo etcétera. Están empezando a programar las semanas, y dejan ya a los niños y niñas elegir sus juguetes para jugar, y colocar ellos mismos lo que van utilizando en el aula. En su presencia en el aula se notan los avances, en su forma de relacionarse con los pequeños se deja entrever lo que estamos trabajando cada día, en su motivación encuentro la mía para seguir esforzándome en encender una pequeña llama que será alimentada por otros voluntarios y voluntarias que irán llegando, y que espero siga luciendo eternamente en esta escuela.
Gracias al trabajo de las
voluntarias que se han ido incorporando, hemos empezado también a poner en
marcha el aprendizaje por proyectos, sesiones de psicomotricidad y de música…
¡no te puedes imaginar lo que es vivir una sesión de estas en una escuelita de
Nepal!
Todo es nuevo para cada una de las personas que asisten… para las
maestras, para las trabajadoras de la escuela, para los niños y niñas… se crea
un entorno mágico.
En mis dos años de excedencia de
la enseñanza pública he tenido la oportunidad de vivir muchas experiencias
enriquecedoras, y de todas ellas he aprendido mucho… Aquí, estoy aprendiendo a
confiar y delegar en los demás, a ser ecuánime ante los imprevistos, a mantener
mi atención en lo que me ocupa y evitar mirar las ocupaciones de los demás, a
ser flexible, a dejar de controlar tiempos y espacios, a trabajar cuando hay
luz y tumbarme a leer cuando se hace imposible trabajar, a mirar cada día de
forma diferente, a ver más allá de lo que los demás aprecian, a hablar sin
palabras, a emocionarme con solo una mirada… Creo que el aprendizaje que me
llevo es infinitamente superior al que yo estoy intentando trasmitir.
Si tú que me lees, te planteas en
algún momento realizar un voluntariado, o si siempre has buscado una
organización con la que colaborar pero no confiabas plenamente en ninguna,
entra en la página de NEPAL SONRIE, y encontrarás lo que buscas, porque ellos,
simplemente, ¡te enamoran!
Quiero aprovechar para dar las
gracias a mis amigos y familia por apoyar todas mis locuras; a todos los profesionales que sacaron un
ratito para ayudarme con la preparación del proyecto: Bea, Sonia, Mayte,
Carmen, Lucía, Virginia de Reparando Alas Rotas, Jorge y María de Zen Fuentes, Carmen de Padres ayudando a padres; y especialmente a los niños y niñas del CEIP Virgen de
la Paz de Alovera, y de las clases de 4 años del CEIP Virgen de la Granja de
Yunquera de Henares, porque vuestros donativos están haciendo realidad este
sueño.
¡Feliz verano!
Espero tener la
oportunidad de compartir esta aventura a mi vuelta en directo J
Mª Elsa González Pérez
Maestra y psicopedagoga
Gracias, Elsa por comenzar este apartado de mi blog, que me hacía tanta ilusión, de esta forma tan bonita y con esta magnífica experiencia.
Un fuerte abrazo.
¡Gracias a tí Mayte por la invitación! Y por la maquetación... se ve todo tan bonito... Una vez más, mil gracias por abrirme este año la puerta de tu clase y de todas las clases de tu cole. Y por estar a mi lado en todo esto, desde la distancia. ¡Un fuerte abrazo!
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