miércoles, 22 de julio de 2020

¡OSTRAS, SEÑORITA...!

   Hoy me ha venido un recuerdo a la mente, no es algo que tuviera olvidado, pero sí es algo que no me había decidido a escribir aún y es seguramente una de las vivencias que más marcó mis comienzos como maestra.

   No hay fotos ¡Ojalá las tuviera y poder mostrar la carita que tan grabada tengo en mi mente!

   Era el año 1986 cuando me presenté por primera vez a la oposición, eran tres exámenes y llegué hasta el último con buena nota, sólo unas pocas llegamos hasta el final pero eran muy pocas las plazas ofertadas y me quedé sin plaza. este primer año no me causó demasiado dolor, me había probado a mi misma y había llegado a la conclusión de que era una meta perfectamente alcanzable. Pasé un buen verano y en el otoño decidí que además de preparar la oposición iba a realizar en la facultad de medicina de la universidad Complutense de Madrid un curso de audición y lenguaje para ampliar mi curriculum y mis conocimientos.

   Apenas dos o tres semana después de comenzar mis clases del curso alguien en el tren que cogía cada día me comentó que habían abierto las listas para trabajar de maestros  interinos, hasta entonces estaban cerradas y no se podía acceder de ninguna manera.

   Esta persona me dijo al saber como había quedado en la oposición que seguro que estaría trabajando si me hubiera inscrito. A la mañana siguiente fui a la Delegación de Educación a informarme, me indicaron que hablara con la jefa de personal que me extendió un simple documento en el que poner mi nombre, datos y poco más y me dijo: "Te llamaremos".

   Y a los tres días, el 1 de Diciembre de 1986, me llamaron y comencé mi andadura en la escuela pública. Estaba encantada, sorprendida, nerviosa y muy emocionada. En la Delegación realice los tramites y rellené algo más de documentación y me dispuse a ir a mi primer destino.

   "No es un colegio, vas a realizar una sustitución en la Escuela Hogar de Guadalajara, los horarios de trabajo no son como en el colegio y algunos días tendrás que dormir allí."

   Poco me importaba a mí el horario y además ya tenía una corta experiencia como monitora en un internado privado así que estaba feliz.

   "Escuela -Hogar" ¡Qué bonita denominación! Unir las dos palabras que marcan la vida en la infancia y que dejan huella para siempre y de esta manera a quién se le ocurrió el nombre le dio el sentido al que estaba destinada, no escuela- casa, no. HOGAR, quería decir que los niños y niñas deberían sentirlo como tal y que allí además de estar instalados físicamente durante sus estudios en la capital serían atendidas sus necesidades emocionales y afectivas y se debía crear un ambiente de afectos y confianza.

   El equipo que allí trabajaba me recibió genial, teníamos que acompañar a los niños y niñas durante el tiempo que no estaban en el colegio en las diferentes actividades del día y dormir allí los días que nos tocaba.

La escuela hogar de Guadalajara cerrará a final de mes
Antigua Escuela-Hogar Guadalajara

   Yo estaba con el grupo de los más pequeños, niños y niñas de entre siete y ocho años que pasaban toda la semana alejados de su familia para poder estudiar, un gran sacrificio por parte de esas familias. Se respiraba un ambiente alegre y estaban perfectamente adaptados a esa situación, a veces había que hacer un poco de familia y acompañar alguna que otra tristeza o calmar alguno que otro enfado.

   La noche que al día siguiente serían las vacaciones de Navidad se celebraba una cena muy especial, el menú era navideño y algunas autoridades educativas venían a cenar a la Escuela.

   Había unos poquitos nervios por la cena, las vacaciones, pasar en casa muchos días....Estuve en los dormitorios para que se vistieran "elegantes" y que todo se quedara debidamente ordenado para la visita, ayudé a peinar esos flequillos rebeldes, a buscar ese pantalón que no aparecía o a sacar algo de brillo a algún zapato...

   Les dije que se quedaran el el dormitorio charlando tranquilos que me tenía que ir yo a vestir y así lo hice. No habían pasado ni cinco minutos cuando empecé a escuchar el jaleo que iba en aumento, risas y saltos y según me iba terminando de vestir iba creciendo mi enfado e iban a mi mente todo lo que les iba a regañar en cuanto saliera. Terminé, me dirigí al dormitorio en el cual había una tremenda algarabía y antes de entrar ya me salió mi rabia: "Pero ¿Qué pasa? ¿Se puede saber que estáis haciendo? No he dicho que..."

   Un pequeño, rubio y vivaracho, absolutamente ajeno a mi mal humor ¡ojalá pudiera recordar su nombre! cayó sentado en la cama que estaba saltando, sin dejar contagiarse ni una brizna de mi "mal rollo", clavando sus enormes ojos azules en mí ,con una enorme y sincera sonrisa exclamó:

"¡ostras, señorita qué bonita estás!" 

   Me desarmó, me enamoró, me emocionó, me hizo reír y que me diera cuenta de lo que significa acompañar la infancia: Gozar de momentos así.

   Me cosió en el alma un deseo: SIEMPRE QUIERO VIVIR RODEADA DE NIÑOS Y NIÑAS, quiero que cada momento sea auténtico y sincero y quiero crecer en mi vida acompañada de sus risas, de su disfrute del presente, de su goce del momento...

   No puedo recordar su nombre, no hay fotos que mostrar a los míos, pero las palabras narradas son casi siempre la mejor forma de recordar porque van acompañadas de los sentimientos que nos provocaron los acontecimientos.

    Yo tenía 23 años entonces y aún quiero hoy disfrutar de cada momento rodeada de infancia feliz.¡Qué tremenda suerte poder dedicar la vida profesional a lo que te hace dichosa!