Cuando en la infancia se crece asociando los libros con amor, placer y conexión con las personas de apego, se establece para siempre el convencimiento de que la lectura es refugio.
Cuando aún no saben leer, en los libros encuentran la respuesta a su curiosidad y el encuentro con la belleza de imágenes que les transportan a lugares mágicos o que les presentan personajes que no conocían.Si a su lado hay una persona adulta adulta leyendo, el niño o la niña se hace consciente de que esos signos "tienen magia" y crece su curiosidad por descifrarlos. Se enamoran del momento compartido y cuando sea mayor, quizás no recuerde el momento concreto, pero recordará a la persona y lo que sentía en su compañía y el que en ese acto les unía UN LIBRO.
María Eugenia Dubois decía que la lectura y la escritura no se pueden desarrollar sino a través de su propia realización, es decir, a través de su uso continuo en situaciones que tengan sentido.
Primero hay que crear "el querer saber" leer y luego acompañar a la infancia a que "aprenda" a leer. El camino será así placentero y partirá de la motivación interior porque "leer es conseguir la llave de un mundo nuevo y proporciona una agradable sensación de poder y libertad" como escribió José Antonio Marina.
Recientes estudios demuestran los beneficios de esta práctica a nivel neuronal y emocional:


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